jueves, 11 de junio de 2009

CARTA ABIERTA EXPLICANDO POR QUE NO VOY VOTAR AL PRO

-Respuesta a la carta abierta de Alejandro Rozitchner-

Antes que nada aclaro que tengo un profundo respeto intelectual por el señor Alejandro Rozitchner, quien me hizo disfrutar enormemente desde su participación en el programa de Mariano Grondona. Con sus preguntas e intervenciones me sentí altamente identificado y bien representado ideológicamente. Como periodista con inquietudes filosóficas sentí –y siento- muchísima admiración por su trabajo. Un claro ejemplo de ello es la nota en que desmitificó a John Lennon. Fue lo que siempre quise decir del músico pero nunca había encontrado la forma de argumentarlo correctamente. A tal punto que hoy cuando se discute sobre el autor de Imagine directamente paso el link y aclaro “yo pienso esto”. Tenemos en común a Nietzsche, a los Beatles y creo que soñamos con la misma Argentina. Pero en las próximas elecciones vamos a poner distintas boletas en la urna y quiero contarles a ustedes los motivos por cuales no voy a votar al PRO.
Quien escribe estas líneas participó y fiscalizó en las elecciones de 2005 y 2007 (una legislativa, dos municipales y una presidencial) para la coalición Propuesta Republicana, PRO. Si bien siempre fui un militante de base tuve acceso a los manejos que la mayoría de los votantes ignoraban. No me refiero a “manejos” en el sentido corrupto de las cosas, sino a la manera en que se tomaban las decisiones.
Cuando se ganaron las legislativas de 2005 por amplio margen se consiguió la oportunidad de transformar un frente electoral en un verdadero partido político de ideas republicanas, sin embargo, en lugar de esto, nunca existió una elección interna. Se ignoró por completo a los afiliados, se expulsaron vía indiferencia a cientos de cuadros técnicos que se habían acercado a participar y que carecían de ambiciones políticas. Se “invitó” a formar parte del Gobierno de la Ciudad a personas puntuales de los partidos aliados a Compromiso para el Cambio, en lugar de ofrecer los puestos al los partidos y que estos decidan por medio de sus instituciones quienes asumirían los cargos. (¿Diferencias entre Néstor, Cristina y los gobernadores e intendentes? Ninguna.) Se manejó el partido como una empresa dirigida por un empresario. (Esta crítica no viene de un pensamiento “antimercado o antiempresa”, yo votaría con las dos manos a un empresario que proponga hacer una empresa eficiente de nuestro país y su economía, pero un partido político no es una empresa. Es una organización política y social que necesita generar nuevos cuadros constantemente. El PRO tiene tan pocos para ofrecer a la ciudadanía que viola el contrato democrático por el cual los votantes pusieron a Gabriela Michetti en la Vicejefatura de Gobierno.
Todo esto a nivel político solamente. Creo que la gestión de la Ciudad está a la vista. Si algo resultó indignante de todo esto fue tener que escucharlo al reciclado Aníbal Ibarra decir cosas….Ciertas!!!! Este personaje que no deja de recordarnos la frase “No, Radio América”, que se mantuvo en el poder de la mano de Néstor y que hoy reniega de los K, se pasea por televisión mostrando lo que hizo con sus recursos y presupuesto contrastando la gestión de Macri. Con la misma plata, y con menos en los períodos de crisis, al menos hizo los subtes que Mauricio abandonó culpando al gobierno nacional. Si algo le faltaba a Aníbal “Radio América” Ibarra es empapelar la calle con la frase “El límite al impuestazo”. Si, Ibarra con una propuesta liberal. Este caradura puede hacerlo porque el PRO aumentó los impuestos a pesar de lo que prometió en campaña. Yo parado en una esquina con la foto de Mauricio di mi palabra a mis vecinos que no se subirían los impuestos mientras repartía folletos y listas. ¿Quién me la devuelve la palabra? ¿Quién le devuelve los mangos que mi vieja se perdió en su localcito que no pudo abrir por muchos días porque al gobierno porteño se le ocurrió romper toda la calle Corrientes? Los recursos que se están asignando a esta obra son un insulto a los contribuyentes. Con las urgencias que hay en la ciudad dedicarse a romper las veredas más transitadas para cambiar las baldosas y que la gente vea el cartel amarillo con la “H” me hace pensar que nos están tomando de idiotas. Me aguanté que Macri diga por CQC con toda impunidad que se perdieron millones de pesos por empezar a hacer una bajada de autopista en Parque Chacabuco que, a media obra, se dieron cuenta que no se podía realizar, demostrando que los famosos equipos técnicos que vendían en campaña eran un cuento chino, pero esto ya es demasiado.
En la última semana bajaron a un candidato a legislador de un debate televisivo por medio de un llamado de teléfono de la misma manera que Néstor llama a Pichetto para trabar una ley ya acordada en el Senado. El pibe cortó, dijo “bueno” y se bajó. Yo quiero legisladores con capacidad de acción individual, para eso voto a los K que demostraron sumisión efectiva y a toda prueba.
A pesar de tener ya motivos suficientes para no votar al PRO en estas elecciones esta tarde mi indignación llegó al punto máximo en algo de lo más cotidiano. Fui a la facultad (privada, chiquita, de poco movimiento y muy tranquila) a buscar un libro a la biblioteca. Tuve la desdicha de querer tomar un café, pero habían pasado dos inspectores del Gobierno de la Ciudad que consideraron que el bolichito de dos metros por uno que teníamos en el recreo donde se vendían latitas de gaseosa, café y medialunas era una amenaza bromatológica y edilicia por el cual lo tuvieron que cerrar, tapar, clausurar y esconder. El café se llamaba “Hayek´s friends”. Los liberales que estén leyendo esto van a sentir la misma indignación que yo. Pienso que formé parte de un partido, cuya propuesta madre a nivel económico era el laissez faire. Veo que hoy ese partido está en el PRO y la verdad que me siento un pelotudo. Un bolichito que daba un laburo y que permitía un break para los recreos universitarios fue víctima de la peor burocracia inmunda del estado omnipotente que lo único que hace es omnicagadas.
¿Eso es PRO? Si eso es PRO, yo no soy PRO.
Gracias, por si alguien leyó hasta el final…

lunes, 8 de junio de 2009

La Constitución de 1853 y el desarrollo nacional

Las ideas de la libertad y las excusas históricas

Hoy, a la hora de analizar los diversos pensamientos políticos, no sólo los liberales coinciden que el marco ideal para el desarrollo de una república puede venir de la mano de una economía de mercado abierta, división de poderes, federalismo y poder limitado. Un amplio espectro que va desde el pensamiento más conservador hasta el denominado centro izquierda o progresismo coincide que la república liberal es una receta exitosa, pero no siempre aplicable. Siempre existen razones para que en una coyuntura temporal determinada se encuentren motivos para bregar por mayor intervención estatal, ya sea “de derecha”, para incidir en comportamientos sociales y afectar libertades individuales o “de izquierda” para intervenir en lo económico. Es ahí cuando estas diferentes voces coinciden que las libertades plenas pueden servir en otras sociedades o en otros momentos históricos, pero que definitivamente no es tiempo para impulsarlas. Nada de esto es nuevo.

Juan Manuel de Rosas en 1834 le escribía en estos términos a Facundo Quiroga en La Carta de la Hacienda de Figueroa, donde dice que no están dadas las condiciones para la organización constitucional de la República y que hacía falta mucho tiempo como para pensar en un proyecto verdaderamente federal, de poder limitado, con autonomías provinciales y libertades individuales. “Nadie pues, más que usted y yo podrá estar más persuadido de la necesidad de una Constitución Nacional. ¿Pero quién duda de que éste deba ser el resultado feliz de todos los medios proporcionados para su ejecución?”. Para Rosas había que ordenar antes. Las excusas válidas de la época eran la falta de dinero, los conflictos internos producto del enfrentamiento de diferentes facciones que amenazaban el orden nacional y “el estado verdaderamente peligroso” en que se encontraba la república ante las amenazas externas. Según el caudillo, una representación parlamentaria por esos días estaría bajo la amenaza unitaria y el Congreso se llenaría indefectiblemente de “logístas y pícaros”.

La Argentina de Rosas

Rosas, que ejerció su segundo mandato desde 1835 hasta la batalla de Caseros en 1852, se manejó con la fuerza de un gobierno autoritario ejerciendo una represión tanto explícita o implícita. Como describe Félix Luna en su Breve Historia de los Argentinos: “Rosas no tenía el menor sentido de tolerancia o de pluralismo en relación a sus opositores; creía en la necesidad de una autoridad paternalista que rigiera hasta en los mínimos detalles la vida de la colectividad”.

El marco institucional distaba mucho de ser el que Alberdi propuso en su Constitución de 1853 y que terminó cambiando la historia nacional. Antes del proyecto liberal, en la Argentina bajo el puño de Rosas, la universidad prácticamente había dejado de funcionar, la apertura al mundo exterior fue escasa y se percibía una desconfianza a todo lo relacionado con el extranjero. Mientras se hablaba de la “Federación”, en la práctica existía un régimen centralista. Para el momento de su derrocamiento el Restaurador de las Leyes había acumulado en su persona una serie de poderes, que aun siendo gobernador de Buenos Aires, iban más allá de lo que actualmente la Constitución permite al presidente.

Las políticas restauradoras podrían describirse como una reacción a las reformas más liberales de Rivdadavia en lo administrativo, político y fiscal. Para el economista Roberto Alemann la política económica rosista era en algún modo volver a algunas formas institucionales coloniales, pero sin virreinato ni colonia. Durante sus años de mandato gobernó con la Legislatura y a pesar del autoritarismo, en lo formal respetó la mecánica legal. En lo que respectaba a los dineros públicos se realizaban presupuestos anuales, cuyos faltantes eran reemplazados con emisión monetaria autorizada por el Poder Legislativo de la época.

El actor económico favorecido fue la ganadería que no sufrió intervenciones del Estado y progresó libremente. No se fomentaron industrias manufactureras ni tampoco la agricultura y la minería. El mercado de cambios estaba fuertemente intervenido y en materia de comercio exterior y protección de la industria Rosas actuó con total pragmatismo.

Entre sus acciones que repercutieron en el modelo figura la disolución de la Comisión de Inmigración creada en 1824, lo que detuvo la llegada de extranjeros. Tampoco se desarrollo el ferrocarril -por esos días ya funcionando en Europa y Estados Unidos- por lo que los caminos continuaban siendo primitivos y los puertos no eran bien aprovechados.

A pesar de las mejoras en el ámbito ganadero, el aumento en el volumen de exportación de carne y la aparición del mercado ovino, las condiciones generales de la Confederación en materia de infraestructura, como las puertas cerradas a la inmigración impidieron el desarrollo general y sustentable que sí tuvo lugar luego de su derrocamiento y la Constitución de Alberdi de 1853,

Su Ministerio de Economía que recaudaba impuestos a través de la aduana porteña, los subsidios discrecionales como las intervenciones a las provincias “no alineadas”, la censura a la prensa y a los opositores fueron algunos de los motivos que le causaron disidencias a nivel nacional. En Entre Ríos, cuna del caudillo que terminaría arrancándolo del poder político en Caseros, como en el interior del país, Rosas se convirtió en la personificación del monopolio de navegación de los ríos y el responsable de los males que sufrían las economías florecientes.

Juan Manuel de Rosas terminó siendo temido y odiado por muchos. Los fusilamientos, las represiones y la postergación económica fueron el marco adecuado para que muchos sectores, inclusive distantes entre sí, colaboraran con el derrocamiento de este personaje que aún hoy sigue siendo objeto de debate.

Las Bases: La propuesta liberal de Alberdi

En noviembre de 1834 Juan Bautista Alberdi había dejado el país en oposición al régimen rosista y se exilió primeramente en Uruguay. Años más tarde, ya en Chile y luego de un paso por Europa, se dedicó a la redacción de su proyecto constitucional donde estudiaba los ejemplos que consideraba exitosos (California) y los que rechazaba como los casos del Paraguay y Perú. Luego de un par de semanas de la caída de Rosas, Juan Bautista Alberdi ya tenía sus “Bases y Puntos de Partida para la Organización Política de la República Argentina”. En 1853 los constituyentes reunidos en Santa Fe sancionaron el texto que cambiaría la historia política y económica nacional.

En su introducción el pensador tucumano advirtió que su propuesta no intentaba confrontar con los primeros ejercicios legales de Sudamérica, ya que reconocía que antes la prioridad era defender la independencia y la libertad del territorio del dominio europeo a como de lugar, pero que finalizada esta etapa y ya bajo la propia autonomía, las prioridades eran otras. Era tiempo de dejar atrás el rencor hacia el viejo mundo y atraer a los elementos civilizadores “vivos” para que se mezclen y fecunden estas tierras. Si bien reconocía que las ideas europeas eran las más avanzadas, las trabas y prohibiciones del sistema colonial en América impidieron su población en gran escala y habría que revertir esta situación heredada si se apuntaba a un desarrollo económico y social. Para Alberdi la inmigración será “la ley capital” para el desarrollo de la civilización en el continente.

Entre sus preocupaciones estaban las de eliminar las trabas e impedimentos que pudieran dificultar los matrimonios mixtos, simplificar las condiciones civiles para la adquisición del domicilio legal, conceder al extranjero el goce de los derechos civiles sin exigir reciprocidad, sobre todo los relativos a la propiedad, asegurar el derecho de la voluntad sobre el testamento, asegurar la apertura marítima y convertir al crédito privado en el “niño mimado” de la legislación americana.

Lector de Adam Smith, Alberdi propuso invertir el paradigma imperante del derecho colonial que tenía como objetivo incrementar la propiedad del fisco para que el agente movilizador de la economía pase a ser el individuo comerciante que debía quitarse las ataduras del Estado para beneficiarse y beneficiar a la república:

“Si queréis que el comercio pueble nuestros desiertos, no matéis el trafico con aduanas interiores. Si una sola aduana está de más ¿qué diremos de catorce aduanas? La aduana es la prohibición, es un impuesto que debería borrarse de las rentas sudamericanas. Es un impuesto que gravita sobre la civilización y el progreso de estos países, cuyos elementos vienen de afuera. Se debiera ensayar su supresión total por 20 años y acudir al empréstito para cubrir el déficit. Eso sería gastar en la libertad, que fecunda, un poco de lo que hemos gastado en guerra, que esteriliza”.

A partir de la sanción de la Constitución de 1853 quedó atrás el ideario colonial y el país se organizó como Estado Federal. Como resalta Alemann en su Breve Historia de la Política Económica Argentina 1500-1989, el país “se abre generoso al mundo civilizado para atraer habitantes, poblar las tierras, expandir la agricultura, aprender y enseñar oficios, artes y ciencias, y asegurar la libertad en paz, justicia y progreso”. Para el autor en la afirmación del preámbulo “asegurar los beneficios de la libertad”, se estaba reconociendo abiertamente la economía de mercado donde los agentes de la oferta y la demanda actúan libremente sin intervención estatal.

Uno de los conflictos que hasta ese momento dividía a Buenos Aires y las demás provincias fue terminado cuando la Constitución establece el territorio aduanero único. En toda la extensión de la Nación no tendrían lugar más aduanas que las nacionales, en las cuales regirán las tarifas sancionadas por el Congreso.

De acuerdo a la propuesta de Alberdi la Legislatura de Buenos Aires autorizó en 1854 la creación de una Comisión de Inmigración dedicada a la protección de los extranjeros, que empezaban a ver en Argentina una tierra fértil para desarrollarse en libertad, incrementando ampliamente el flujo de inmigrantes de origen europeo.


La Constitución aplicada y los beneficios de la libertad

Desarrollo y crecimiento económico

A partir de 1879 tuvo lugar una formidable expansión económica que caracterizó la década del 80. Las ideas de Juan Bautista Alberdi volcadas en la Constitución fueron llevadas a la práctica por una generación de dirigentes que cambiaron el curso de la historia de la República Argentina.

La actividad comercial, por medio de la agricultura, las industrias urbanas, los medios de transporte y las inversiones extranjeras, alcanzaron un auge hasta el momento inédito en la historia. El Estado había cambiado su rol de regulador a facilitador para los beneficios de los que estaban dispuestos a comenzar una actividad comercial. Como destacan Ezequiel Gallo y Roberto Cortés Conde en La República Conservadora, se pasó a “controlar sin demasiado celo el cumplimiento de las leyes vigentes”, mientras continuaba la acción y el flujo de la inmigración Europea.

Desde 1874 y en sólo seis años el país comenzó su actividad exportadora de trigo. Argentina, que hasta ese momento había sido importadora, ya tenía su mercado interno totalmente abastecido y buscaba nuevas rutas con el visto bueno del Estado que no impedía el desarrollo. Para 1880 el país era uno de los mayores exportadores de cereales del mundo con destacada producción en Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba. Otro cultivo que creció considerablemente fue el maíz. Sólo en 1888 se cultivaron 801588 nuevas hectáreas. En el interior, la producción agrícola se triplicó entre 1874 y el final de la década del 80.

Si bien durante este período existieron diversas crisis, la expansión del ferrocarril y la creciente entrada de inmigrantes productivos que palearon la falta de mano de obra amortiguaron sensiblemente diversos factores desfavorables.

Mediante políticas crediticias del Banco Hipotecario el gobierno estimuló las inversiones agrícolas y ganaderas. Un ejemplo significativo de esto fue el incremento de trilladoras de vapor utilizadas en Santa Fe. Mientras que en 1881 se utilizaban 101, para 1895 el número aumentó a 1243.

A pesar que la ganadería no creció con la espectacularidad que lo hizo la agricultura (Rosas le había dado prioridad y la dejó desarrollar sin grandes presiones estatales) el stock vacuno se incrementó en provincias como Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos y La Pampa. El mercado ovino tuvo un cambio significativo mediante el proceso denominado “desmerinización”, que consistió en el reemplazo de los merinos por la raza Lincoln de mejor calidad que proporcionó lana para exportación acorde con las exigencias del mercado europeo. La expansión agroexportadora incrementó sustancialmente los ingresos de la población aumentando la demanda y generando un círculo virtuoso económico.

La expansión de la economía agropecuaria también produjo un fuerte impacto sobre el desarrollo industrial favoreciendo la instalación de plantas productoras que procesaban las materias primas destinadas a la exportación, como los molinos harineros y los frigoríficos. Estas industrias se complementaron a las ya existentes de curtiembres y saladeros. El crecimiento del mercado agroindustrial requirió mayores flujos ferroviarios, por lo cual también se desarrollaron talleres de reparación y mantenimiento de vías, vagones y maquinaria. La incidencia del ferrocarril, que abarató costos e incrementó el comercio local, favoreció el surgimiento de la industria azucarera en Tucumán y la vitivinícola en Mendoza.

Hasta entonces, en el interior del país existían productores locales individuales de tela que subsistían por los altos costos de transporte. El ferrocarril abarató los precios y la invasión de productos importados eliminó a los fabricantes ineficientes. Si bien el número de tejedores registrados entre 1869 y 1895 se redujo a más de la mitad, el mercado abastecía la tela en mayor cantidad y menor precio en todo el territorio nacional.

Para 1890 el ferrocarril había llegado a todas las capitales de provincia, pero el crecimiento más significativo tuvo lugar en la región agrícola. Santa Fe y Córdoba fueron las más favorecidas, recibiendo inversiones de Francia y Gran Bretaña. El porcentaje de administración estatal de los ferrocarriles disminuyó considerablemente a sólo un 20% hacia el final de la década del 80. Las nuevas líneas eran adjudicadas por el Congreso Nacional a empresas extranjeras que garantizaban sus beneficios mediante cláusulas de explotación.

El volumen de inversión externa creció considerablemente hasta el punto de que potencias como Gran Bretaña destinaron a la Argentina más del 40% de sus inversiones en el exterior. A pesar de que este país incrementó sus compras de productos argentinos, Bélgica y Francia se mantuvieron como los principales compradores de los frutos de la industria rural local.

Inmigración y población

Entre 1869 y 1895 la población nacional aumentó de 1737076 a 3945911 habitantes. En 1890 la llegada de inmigrantes alcanzó una cifra récord para la época: 260909 personas eligieron la Argentina como destino, producto de la expansión económica y las oportunidades crecientes. Aproximadamente el 60% de los recién llegados se dedicaron a diferentes actividades relacionadas con la agricultura. A pesar de que mayoría de los recién llegados se instalaron en las provincias del Litoral, Buenos Aires también incrementó enormemente su población. En el interior de la provincia hubo un aumentó del 199% del total, mientras que la Capital Federal creció un 255%.

Estos movimientos poblacionales fueron fomentados por el gobierno nacional, tanto en la propaganda con agencias difusoras en Europa, como en el otorgamiento de facilidades a los inmigrantes para su arribo e internación en el país. Estas llegaban a incluir los costes del pasaje, la provisión de alimentos y alojamiento a la llegada al puerto de Buenos Aires. Una de las medidas en este sentido fue la creación del Hotel de Inmigrantes en la Ciudad de Buenos Aires impulsado por el presidente Nicolás Avellaneda en octubre de 1876. El titular de esta gestión (1874-1880) manifestó públicamente en reiteradas oportunidades su admiración por Juan Bautista Alberdi y su ideario liberal.

Según Gino Germani, en La movilidad social en la Argentina, los incrementos poblacionales llegaron de la mano de una mejora en la calidad de vida. Las clases medias pasaron de ser un 10,6% en 1869 a un 25,2% en 1895. El autor destaca además que entre 1869 y 1914, los grupos medios crecieron a una tasa anual del 0,56%. Estos cambios afectaron fundamentalmente a los extranjeros, entre los cuales existió una movilidad social ascendente.

Estas mejoras ocurrieron también en el ámbito de la educación con grandes reducciones en los índices de analfabetismo. Luego de la implementación de la ley de educación obligatoria, gratuita y laica de 1884, la mayoría de los niños de todo el país se sumaron al sistema educativo. Este proceso le permitió a la Argentina ser uno de los países con menor tasa de analfabetismo en ese momento.

Conclusiones

El desarrollo conseguido por Argentina en los años posteriores a la sanción de la Constitución de 1853 tuvo una clara relación con las políticas aplicadas inspiradas en el texto de Alberdi. Si bien a la hora de analizar las mejoras en el área económica se suele hacer una comparación con lo que vino después, el fenómeno liberal argentino tiene un marco para contextualizar no solamente a posteriori, sino que también respecto a los antecedentes de la aplicación del modelo. Desde 1810 hasta la batalla de Caseros el país nunca había experimentado ningún cambio de las características estudiadas en este trabajo.

De la misma manera que el proyecto de Alberdi fue el caldo de cultivo para el desarrollo que tuvo lugar poco tiempo después de su aplicación, también los factores que alejaron al país de la senda progresista tuvieron su génesis. Si bien se suele asociar este proceso con el golpe del 30 y más tarde con la llegada del peronismo, existieron antecedentes al derrocamiento de Hipólito Yrigoyen en este sentido. En su libro Por qué crecen los países, José Ignacio García Hamilton los enumera claramente:

*La estatización de la riqueza subterránea por José Figueroa Alcorta luego del descubrimiento petrolífero en Comodoro Rivadavia.

*Las prescripciones al Código de Minería que prohibía la explotación estatal de los minerales.

*El congelamiento de alquileres de Yrigoyen en 1916, lo que significó un claro ataque a la propiedad privada.

*Crecimiento del empleo en el sector público sin un correlato en tareas necesarias y eficientes.

A pesar de que estas medidas a simple vista no tengan la gravedad de un golpe de Estado a un gobierno democrático, sin dudas fueron los antecedentes que vulneraron un sistema que en los años del crecimiento no se había puesto en discusión.

Si bien hoy somos un país, como dice Mariano Grondona “desdesarrollado”, existió un período en el que la Argentina tuvo tasas de crecimiento superiores a las de países hoy desarrollados. Entre 1870 y 1914 tuvimos un crecimiento promedio de un 54% más que Estados Unidos, un 67% por encima de Australia y un 300% en comparación a España. Cuando se implementaron las ideas que brindaron estos resultados la situación general era mucho más compleja. Hoy el mundo brinda las oportunidades ideales para que Argentina vuelva al camino del crecimiento y destierre por completo la pobreza. ¿La receta? Un libro que se terminó de escribir en Valparaíso un primero de mayo de 1852.


*Trabajo presentado para la maestría de Cs Políticas y Economía -Eseade