miércoles, 2 de junio de 2010

Somos los piratas


Cada vez entiendo menos a Juan José Campanella. Siempre me pregunté si la defensa de este –a mi entender- gran director a causas como la ley de medios k, donde se obliga a respetar un porcentaje de contenido nacional por obligación a los medios, es honesta o corporativa. Este comportamiento por parte de un hombre elegido por el público libre a la hora de ir al cine es, como mínimo, para llevarlo a terapia.
El otro día Campanela salió junto al notero de CQC por la calle Corrientes a rastrear copias piratas de su película “El secreto de sus ojos” con la cantinela de como este fenómeno “ilegal” que nos provee de cine a bajo costo amenaza de muerte a la industria. Nuevamente la indignación me gana de mano y vuelvo a mi blog a hacer catarsis.
Para entender el fenómeno de la piratería hay que ir al momento 0 cuando compramos un libro, un cd o una película. Si lo compro, es mío. O sea, lo puedo ver, regalar, copiar, romper, tirar o lo que tenga ganas. Que el producto venga con una cláusula de “no” algo es absolutamente contradictorio a la propiedad privada del mismo. O es mío o no. Y si es mío, le puedo hacer lo que quiera. Inclusive usufructuarlo de la manera que lo crea conveniente. Si alguien se aboga el derecho de explotación, quiere decir que esta explotando el bien a un precio por encima del que mucha gente lo quisiera o podría pagar.
Si bien hay miles de casos alrededor del mundo de bandas que se hicieron famosas gracias a la difusión de copias piratas, como por ej, Roxette en los 80s cuando un grupo de egresados suecos en su viaje a Estados Unidos difundieron entre djs un cassette pirata, no hay pruebas de ningún artista perjudicado por este fenómeno. Los perdedores de esta innovación tecnológica son las disqueras que intentan mantener en vano sus beneficios monopólicos que terminaron en la época del vinilo por la dificultad de copia. Desde la aparición de Internet muchos nuevos artistas pudieron difundir gratuitamente su música consiguiendo así una gran vidriera. Mientras que el costo de conseguir una canción sea lo más cercano a 0, los músicos van a tener más acceso a nuevas audiencias que le permitirán incrementar sus giras y ganar más dinero tocando. Las disqueras usureras son hoy en día nada más que una necesidad para los nuevos artistas que necesitan del monstruo inversor para conseguir difusión a gran escala. Un ejemplo de “capitalismo inteligente” fue el de Los Redondos que aprovechando su popularidad hacían sus propios discos sin compartir ganancias con nadie.
Volviendo a Campanella, el otro día decía que cada copia comprada o bajada es una pérdida para la industria, lo que deja en evidencia que no tiene la más pálida idea de la teoría marginal del valor. Si en un pueblo, el diariero vende 100 copias de El secreto de sus ojos “truchas” a 10 pesos, mientras que vende 40 a los que la prefieren original pagando 4 veces más, el número de ventas si no existiera la piratería no sería de 140 originales. Como mínimo se hubieran vendido las 40, pero sólo un porcentaje de las otras 100 hubieran sido compradas ya que ese grupo está dividido entre gente que hubiera pagado 40, pero al tenerla copiada elige la de 10 (las personas que sí la hubieran comprado original) y todo el resto que consideraba que para tener la peli vale la pena pagar 30, 20, 15, 12 o 10, pero no 40. Más allá de la inmoralidad de querer prohibir una copia, la utilidad de la película con posibilidad de pirateo es mucho más alta. A pesar de estar dando vuelta en la calle a 10 pesos y pudiéndola bajar gratis MILLONES de personas pagaron la entrada al cine para a ir verla. Parece que la fortuna, el éxito y un Oscar no alcanzan para hacer abrir los ojos a un argentino más que no comprende los beneficios de la libertad.