Trabajo realizado para la materia Políticas Públicas de la Maestría en Ciencias Políticas y Economía. Prof. Martín Krause
Si bien dentro de las corrientes académicas que forman e influyen a los gobernantes, asesores, periodistas y formadores de opinión se encuentran desarrollados los debates sobre los bienes públicos, externalidades, fallas de mercado y la necesidad de la intervención del estado como garantizador de algunos bienes y servicios, la historia demuestra que muchas cosas que hoy le son atribuidas, en unos casos indiscutiblemente, al estado fueron invenciones de los individuos y que las mismas funcionaron previamente de manera efectiva bajo su gestión, inclusive mucho mejor que en la actualidad bajo control burocrático..
A pesar de que el debate clásico entre Ronald Coase y Arthur Pigou sobre la necesidad de impuestos y subsidios por parte del estado versus la posibilidad de que los privados puedan solucionar los inconvenientes por medio de libre acuerdos y su vigencia en el ámbito teórico, la discusión real acerca de los bienes públicos es mucho más amplia. Sobre todo en países con altos índices de intervención estatal.
Si la discusión es acerca de quien debe ofrecer el servicio de un faro, en un puerto donde los barcos no suelen ir seguido, por lo que un privado no tendría incentivos en construirlo, es válido el debate sobre quien tiene que financiarlo, dando la oportunidad a que las distintas ideas puedan manifestarse y llegar a la mejor solución para todos. Pero en los casos donde los privados quieren aparecer ofreciendo un servicio imposibilitados por la coerción del monopolio por parte del estado, la discusión tendría que ser diferente.
Los defensores de la intervención estatal usan indistintamente el argumento moral o utilitario para justificar su postura, sin compromisos con ninguna de las dos corrientes filosóficas. Si se trata de financiar la educación para todos, lo “justo” es que los que no puedan pagarlo sean subsidiados por quienes sí. Pero cuando se debate sobre los contenidos que se van a impartir, lo más “lógico” es un ministerio centralizador y general, ya que sino, supuestamente, nos espera la anarquía. Sin embargo, como se pretende explicar en este trabajo, la intervención estatal en muchos casos termina siendo tanto injusta como contraproducente, para los que tienen mucho, como para los que tienen poco. De esta manera podríamos afirmar que en la sociedad encontramos dos tipos de clases estancas. El mercado refutó a Marx y su teoría del conflicto de clases por la explotación capitalista, pero el estado pareciera cada vez más con su injerencia sí fomentar la existencia de dos nuevas clases sociales: los amigos beneficiados y la mayoría de la sociedad perjudicada. En ambos grupos hay personas de recursos, en ambos grupos hay empresarios y en ambos grupos hay pobres y ricos. La diferencia es que unos viven de los otros.
La ineficiencia de los bienes públicos en manos del monopolio estatal
El objetivo de este trabajo es analizar dos bienes monopolios en manos del estado en la Argentina de hoy. Uno, al igual que en el resto del mundo, casi no tiene cuestionamientos respecto de la identidad del ofertante, porque para la mayoría de las personas no se trata de un bien o una mercancía sujeta a las leyes de la oferta y la demanda: la emisión del dinero. Ya sea por el gobierno de un país o un organismo formado por los de varios, la propiedad del valor del billete fiduciario en manos de la gente se encuentra sujeta a la intervención de los intereses gubernamentales.
El otro caso, la aeronavegación comercial, en muchas partes del mundo ya se encuentra ofrecida por varias empresas, tanto en vuelos de cabotaje como internacionales, consiguiendo gracias a los beneficios de la competencia, mejores servicios y tarifas. Lamentablemente en nuestro país este servicio en lo que respecta a viajes a cualquier punto de Argentina se encuentra monopolizado todavía por el estado, luego de una gestión monopólica privada, perjudicando a los usuarios y obligando a toda la población a mantener su deficiente operación.
La aeronavegación: invento de los individuos expropiado por el Estado
Desde antes que exista siquiera la idea del Estado el hombre quiso volar imitando a los pájaros. No existían las fronteras ni la política cuando el individuo prehistórico comenzó a soñar con alcanzar el cielo. Varias civilizaciones a lo largo del tiempo tenían sus propias leyendas acerca de la posibilidad de remontarse en el aire para viajar de un lugar a otro. La fábula más conocida es la de Ícaro y Dédalo, quienes construyeron unas alas con pluma y cera para escapar de su prisión en la isla de Minos.
Luego de siglos de intentos fallidos y con toda la innovación que produjo la revolución industrial aparecieron los primeros dirigibles que superaron a lo único que se conocía hasta el momento, los globos aerostáticos que eran imposibles de manejar.
Con la aparición del motor y las investigaciones con planeadores surgieron las primeras máquinas que sólo conseguían despegar y transportarse unos metros. A principios del siglo XX el hombre, por sus propios medios logró el sueño de volar de la mano de su invención y perseverancia.
Si bien existe el debate histórico entre los que afirman que el primer vuelo lo realizaron los hermanos Wright en Estados Unidos y los que opinan que la hazaña fue conseguida por Alberto Santos Dumont en París sin dudas el logro puede acreditarse a la humanidad y a la inventiva de los individuos que consiguieron llevar a cabo algo que sólo existía hasta el momento en su imaginación. Ninguna legislación del mundo para ese entonces declaraba la aviación como “bien de utilidad pública” ni tampoco existían las regulaciones de los cielos ni los monopolios estatales para la aeronavegación.
En 1914 el nortamericano Tony Jannus fue el primero en realizar un vuelo comercial desde los Estados Unidos a Rusia. Su hidroavión también funcionaba como un taxi aéreo para pasajeros que abonaban 5 dólares cada 35 kilometros, convirtiéndose en la primera línea aérea del mundo.
A pesar de que existe una corriente de opinión que revindica el rol del estado en la proliferación de muchos inventos, como en este caso, afirmando correctamente que la aviación se incrementó y mejoró con los logros militares durante la Primera Guerra Mundial, es innegable que los gobiernos y sus fuerzas armadas, tal cual ocurrió con la aeronavegación, no inventaron absolutamente nada. Sólo tomaron los descubrimientos civiles para continuarlos con ilimitados recursos extraídos de la población mediante impuestos, ventaja que los innovadores no tienen.
Conociendo la historia de los gobiernos, sobre todo en países como él nuestro, podemos estar en condiciones de asegurar que muchos inventos que hoy sólo existen en los sueños de unos hombres, luego de plasmarlos en la realidad y verlos funcionar, serán limitados, regulados y posiblemente expropiados por los ocupantes del poder político en el futuro.
Los vuelos en Argentina, la iniciativa privada y la expropiación de Perón
Para mediados de la década del 30 en el país ya operaba Panagra (Pan América Grace Airways), empresa de capital norteamericano y peruano, que realizaba los vuelos de cabotaje y también destinos internacionales. Uno de los primeros argentinos en percibir la veta comercial para fundar una empresa aérea fue el Ingeniero Álvaro Alsogaray, que a pesar de no poseer los recursos para realizar la inversión pudo conseguir un grupo empresario que aporto el capital necesario y como CEO, además de tener un pequeño porcentual accionario, puso en funcionamiento Zonda en 1947 (en referencia al viento y en homenaje al periódico de Sarmiento). Para ese momento el estado en pleno avance sobre el sector privado se reservaba el 20% de las acciones de las empresas en funcionamiento, por lo que podían operar exclusivamente las denominadas “mixtas”.
Álvaro Alsogaray (h) comenta que en un principio los aviones (DC3) eran pequeños y transportaban 25 pasajeros, pero estaban reconocidos como los mejores del mundo. La empresa consiguió un lugar en el mercado local y logró desplazar a Panagra en los vuelos de cabotaje. “Luego del éxito inicial de Zonda, que viajaba hasta Tartagal, aparecieron nuevos emprendimientos privados, como el de un amigo de mi padre que fundó una empresa aérea que viajaba al Sur. Así aparecieron tres o cuatro empresas, todas funcionando con un porcentual del Estado que no hacía absolutamente nada”, comenta el hijo del fundador.
En el contexto de las estatizaciones generales impulsadas por el presidente Perón que afectaban a todo el sector de comunicaciones, transporte y energía fue aprobada la Ley de Utilidad Pública en el Congreso. De esta manera todas las empresas privadas expropiadas por el gobierno funcionaban en un principio por la inversión estructural de las gestiones anteriores, pero pronto empezaron a mostrar déficit. “La preocupación de mi padre era muy grande, él le había puesto muchas ilusiones a una empresa que había funcionado muy bien y que sólo pudo existir dos años antes de su expropiación”. De esta manera Zonda, junto al resto de las aerolíneas mixtas pasó a ser Aerolíneas Argentinas. “La empresa estatal voló 30 años con los DC3 que Zonda trabajaba en 1947”, declara Alsogaray (h).
A pesar de que el gobierno que expropió a Zonda como al resto de las aerolíneas “mixtas” fue depuesto en 1955, ya estaba instaurada la idea nacionalista de las empresas estatales y cualquier iniciativa privada en el ámbito de la aeronavegación ya era considerada como antipatria, motivo por el cual Álvaro Alsogaray decidió no solicitarle al gobierno de la Revolución Libertadora la devolución de la empresa por parte del Estado a los accionistas privados. Si bien el gobierno revolucionario se trató de un golpe de estado, al igual que el de Pinochet en Chile, aquel devolvió a los dueños originarios las expropiaciones realizadas por su predecesor. Hoy chileno que viaja de Santiago a Concepción por Lan (privatizada en 1989 y luego sometida a competencia) paga 100 dólares menos que un argentino que quiere viajar de Capital Federal a Mar del Plata por Aerolíneas (y con menos vuelos para elegir). Para muchos analistas los militares en Argentina comenzaron con un proceso político de características peronistas que continuaron los diferentes gobiernos democráticos y que en cierta manera continúa hoy en día. Los argumentos para la necesidad de la aerolínea estatal “de bandera” en 2008 no difieren mucho de los esgrimidos hace más de cincuenta años. A pesar de que hoy existen algunas empresas a las que se le otorgaron algunos destinos, el estado argentino sigue siendo el amo y señor del cielo regulando el desempeño de los ofertantes privados. Las licencias, todas de menor participación en comparación a la beneficiada estatal Aerolíneas que concentra el 90% de los vuelos de cabotaje, tienen permisos limitados y muchos empresarios argentinos y extranjeros siguen esperando el visto bueno del funcionario de turno para conseguir la autorización de algún tramo para operar en el mercado.
La alternativa al monopolio estatal no es el monopolio privado, es la desregulación
Ante el anunciado colapso de las empresas públicas durante la década del ochenta, muchos abrazaron con esperanzas la ola privatizadora que tuvo lugar entrados los noventa durante el gobierno de Carlos Menem, que en muchos de los casos se trató solamente de un cambio de administración convirtiendo a los monopolios públicos en privados. Si bien una empresa pública tiene sus características negativas en cuanto a su eficiencia, también el monopolio privado, que a pesar de no ser financiado por todos los ciudadanos (mientras no tenga subsidios), tiene indefectiblemente sus vicios que lo alejarán de un buen funcionamiento.
Considerando la eficiencia como el funcionamiento más óptimo a un menor costo operativo el ofertante monopólico estatal tiene dos grandes desincentivos. Uno la falta de referencia que le da la ausencia competidor y otro, nada más y nada menos la falta de precios, motivo por el cual Ludwig von Mises justificó la imposibilidad del socialismo. Si la empresa privada no busca el lucro su finalidad es política y los intereses políticos destruyen su rentabilidad. Por otra parte el ofertante monopólico privado, si bien puede percibir ganancias, las mismas son generadas por la coerción que genera la imposibilidad de la competencia, por lo que en este caso se repite uno de los vicios de la gestión pública.
En el caso de la Aerolíneas Argentinas privada la inconveniente situación para los pasajeros ya era advertida en 1993 por los economistas Martín Krause y Alberto Benegas Lynch (h) en su trabajo “Hacia una política de cielos abiertos” donde destacan que el costo de los vuelos de la entonces empresa privada con privilegios eran mucho más elevados en comparación a las empresas sometidas a competencia alrededor del mundo. Dice el texto:
“Con posterioridad a la privatización de Aerolíneas Argentinas, Iberia adquirió también la aerolínea Austral, con lo cual concentra entre ambas el 98% del cabotaje. Las tarifas locales son fijadas por el gobierno, lo mismo que el otorgamiento de licencias o rutas. Debe destacarse que en un mercado abierto no resulta relevante si un mismo operador adquiere la totalidad de las empresas en un sector. Cuando se habla de mercado abierto se quiere decir que cualquiera que considere que puede prestar un mejor servicio puede ofrecerlo sin restricción alguna. En el caso que nos ocupa el mercado de cabotaje no está abierto: United Airlines, KLM o Air France no pueden competir puesto que no se les permite operar, como también están bloqueadas otras empresas nacionales. Estas prohibiciones surgen de los beneficios que la ley 19.030 le concede a Aerolíneas Argentinas con respecto a la “aerolínea de bandera” que, dicho sea de paso, le otorga el monopolio en los vuelos internacionales respecto de otras alternativas que podrían ofrecer otros operadores locales”.
Ninguno de estos argumentos fue tenido en cuenta en 2008 cuando el estado argentino volvió a tomar las riendas de Aerolíneas Argentinas. La lectura oficial era que el sector privado había fallado y que había que volver al dominio “público”. Las “fallas de mercado” al fin y al cabo como vemos no son tales y las “fallas del estado” aparecen y se repiten impunemente a lo largo de la historia.
Durante los primeros nueve meses de 2010 la empresa estatal perdió más de 400 millones de dólares, según estimaciones oficiales y recibió subsidios por más de 432. Todo esto en el marco de los escándalos habituales de los funcionarios de turno, gremialistas y sus amigos que viajan por el mundo por placer a eventos como el mundial de fútbol. Recientemente el titular de la empresa estatal, Mariano Recalde, afirmó con optimismo que durante 2011 Aerolíneas perderá “solamente 200 millones de dólares”. El anuncio se realizó en el marco de un convenio que le permite a diferentes agrupaciones gremiales viajar por la empresa con precios especiales, inaccesibles al resto de los ciudadanos que solventan la ineficiencia de la aerolínea con sus impuestos.
Como menciona Adrián Ravier en su artículo “Una política de cielos abiertos para Argentina” no debemos confundir la privatización de la aerolínea argentina de bandera con una política de cielos abiertos. Mientras tenemos los fracasos históricos de los monopolios públicos y privados también el mundo nos muestra los casos exitosos que tiene Argentina para imitar y transformar su aeronavegación comercial en un servicio más eficiente y económico.
Uno de los casos paradigmáticos de estudio es la relación entre Estados Unidos y Canadá entre 1979 y 1988. Un estudio del economista alemán Hernert Gruble, ex miembro del parlamento canadiense, destaca qué los datos apoyan el análisis teórico de los efectos de la desregulación. “La mayor competencia en EE.UU. llevó a una notable reducción de los costos y tarifas en relación con los de Canadá. Tan espectaculares son los resultados que otras diferencias entre los dos países no pueden explicarlos”, afirmó.
Los veinticuatro países que firmaron en Europa el Tratado de Cielos abiertos en un principio se resistían al cambio. Hoy al igual que en Estados Unidos la opción del viaje en avión es hasta más económica para varios trayectos que el tren o que el autobús.
El dinero: La cooperación y la evolución de la mercancía para el comercio apropiada por el estado
A pesar de que los gobiernos se hayan reservado la prerrogativa de, primero acuñar el dinero certificando su valor en oro y luego adjudicarle a cada billete el valor que los burócratas decidan según sus intereses, el comercio y la cooperación llegaron de manera espontánea a la utilización de una mercancía para facilitar los intercambios comerciales sin la intervención de ningún gobernante.
El trueque, que abrió el paso a los intercambios, fue sin dudas una evolución a la economía de autosuficiencia, pero tenía la problemática de coincidir en dos necesidades determinadas para realizar el intercambio. Estoy dio lugar al denominado “dinero mercancía”, es decir, un bien como la sal o un metal que cumplía con ciertas características (transportabilidad, divisibilidad, durabilidad y precio estable) como para ser aceptado como medio de pago y luego utilizarlo en una nueva transacción.
Comenta el economista Friederich Hayek en su obra La desnacionalización del dinero que durante más de dos mil años la prerrogativa del gobierno de suministrar dinero se reducía en la práctica al monopolio de la acuñación de monedas de oro, plata y cobre. Tal facultad se aceptó incuestionablemente como atributo de la soberanía dados los poderes con los que contaba la realeza por esos días. “Las monedas sirvieron de símbolos de poder, como la bandera, a través de los cuales el gobernante afirmaba su soberanía y mostraba a su pueblo que el amo era aquel cuya imagen transportaban las monedas hasta los lugares más remotos de los reinos”, destaca el autor.
Durante los siglos XVIII y XIX muchos países tenían un patrón bimetálico basado en oro y plata. Para 1870 se adoptó el patrón oro, lo que significaba que cualquier ciudadano portador de un billete podía cambiarlo su equivalencia. En Argentina a principios del siglo pasado cuando las ideas dirigistas iban ganando espacio y se creaba el Banco Central, diputados del Partido Socialista, advirtiendo que la emisión indiscriminada de billetes por parte del gobierno perjudicaría sobre todo a los trabajadores de ingresos fijos, intentaron oponerse sin éxito a las medidas que con el correr de los años destruyeron cuatro signos monetarios sumergiendo al país en reiteradas crisis inflacionarias.
Luego de la Segunda Guerra Mundial y el tratado de Bretton Woods se decidió que las monedas internacionales serían convertibles a dólares y éstos al oro, pero las políticas fiscales expansivas norteamericanas a partir del conflicto bélico de Vietnam terminaron en la convertibilidad del dólar al oro luego de dos devaluaciones consecutivas del 10% cada una. Desde 1973 el dinero utilizado se encuentra respaldado solamente por la fe de que será aceptado y su valor a la merced de los Bancos Centrales.
Dado que el dinero es un bien económico, indefectiblemente estará sujeto a la ley de la oferta y la demanda. Por lo tanto, si su “emisor”, es decir, un gobierno particular o un organismo formado por representantes políticos de varios países, tiene necesidad de financiamiento superiores a su recaudación tributaria la liquidez vendrá de la mano de la emisión monetaria perjudicando a los tenedores de billetes que se encuentran sometidos a un robo silencioso en la pérdida del valor real adquisitivo de su moneda.
En nuestro país, a pesar de la formal “independencia” del Banco Central, existieron varios procesos inflacionarios causados por la emisión monetaria. Para 2010 el Poder Ejecutivo destacó la necesidad de terminar con esa supuesta independencia para que la entidad pueda definitivamente oficiar de abastecedora de billetes para la utilización del gobierno. De no modificar el rumbo y de continuar por ese camino Argentina corre serios riesgos de convivir para siempre con la inflación y con la pérdida constante del valor de la moneda nacional.
La inflación y la imposibilidad del monopolio de fijar precio y cantidad
“Los políticos hablan de ella como si se tratara de una horrible calamidad proveniente del exterior, a la que no pudieran controlar, como una inundación, una invasión extranjera, o una plaga. Es algo que siempre están prometiendo “combatir”, si el Congreso o el pueblo quisieran darles las “armas” o una “ley enérgica” para llevar a cabo la tarea. Sin embargo, la verdad es que nuestros líderes políticos han provocado la inflación con sus políticas monetarias y fiscales. Prometen combatir con su mano derecha las condiciones que han creado con la izquierda. La inflación, siempre y todas partes, es producida por el aumento del dinero en circulación y del crédito”
Henry Hazlitt
Si un monopolio, como es el Banco Central, ejerce una política activa, financiando al gobierno mediante emisión monetaria, es inevitable que el aumento de billetes venga acompañado por una disminución en el valor real de cada unidad fiduciaria. Un monopolio puede fijar precio o cantidad, pero no puede controlar las dos variables al mismo tiempo ya que la acción de una repercute directamente en la otra. Al igual que cualquier otra mercancía en el mercado su incremento en la oferta, por encima de su demanda, produce una pérdida de su valor. En el sector privado si un empresario se equivoca planificando su producción y fabrica más unidades de un bien de las que luego son solicitadas en el mercado, el mismo agente privado internaliza inevitablemente sus pérdidas. Es por esta característica (que los que se equivocan en la planificación pierdan) que existen los incentivos en el sector privado para reducir los márgenes de error. En el sector público no existen los precios, por lo que tampoco existen incentivos claros para realizar una gestión exitosa –en este caso mantener el valor de la moneda-. Por otra parte los intereses políticos, como conseguir recursos para financiar diferentes programas gubernamentales, atentan directamente contra el derecho de propiedad de la gente respecto de su dinero cuando los políticos pueden imprimir libremente billetes, como dijo Hazlitt “Confiarle el dinero a los políticos es como confiarle nuestro canario a un gato hambriento.”
A pesar de que Argentina ha sufrido ya muchos procesos inflacionarios que han destruido varios signos monetarios, todavía la sociedad pareciera no comprender de qué se trata este fenómeno. Es por eso que tanto el párrafo como la cita del célebre economista y periodista de Newsweek aplica a la perfección para la Argentina de hoy donde el Poder Ejecutivo destaca la necesidad de “repensar el rol del Banco Central”, para que pueda pasar a financiar los proyectos de su gobierno.
Si bien cualquier interpretación sobre lo que aparentemente no funciona en el mercado pareciera justificar la intervención estatal por parte de los gobiernos, la injerencia gubernamental ha fallado en un sin numero de oportunidades a lo largo de la historia en los intentos de controlar los precios sin que nunca se haya cambiado el pensamiento del mainstream económico que no concibe la posibilidad de aceptar la existencia de una “falla del estado”.
Si existe un área en la que todos los gobiernos de la historia (que lo intentaron) fracasaron sistemáticamente es en el control de los precios. Convencidos de que vigilando los valores de las mercancías mediante el control policial podrían mantener los precios, en muchos lugares del mundo y en todas las épocas los gobernantes fracasaron una y otra vez consiguiendo como resultados la persecución, el desabastecimiento y el mercado negro. Ya sea por las causas monetarias de la inflación o por aumentos de precios determinados por factores como la escasez, los gobernantes nunca pudieron fijar por ley la oferta y la demanda.
Fracasos del estado controlando precios
Algunos casos a lo largo de la historia:
-Antiguo Egipto: Destaca el historiador francés Jean-Philippe Levy: “Había un ejército completo de inspectores. No había más que inventarios, censos de hombres y animales… estimaciones de cosechas futuras. En todos los pueblos los agricultores huían mientras que los controles incrementaban la presión y llegaban a la tortura. Finalmente la economía colapsó a finales del tercer siglo A. C. El comercio de Alejandría declinó y los trabajadores disgustados con las condiciones impuestas abandonaban sus tierras y desaparecían hacia el interior del país”.
-Babilonia: Hace cuarenta siglos el Código de Hammiurabi impuso un rígido control de precios y salarios. La ley fijaba los precios de todas las actividades, lo que terminó ahogando el progreso económico del Imperio por muchos siglos. El comienzo de la declinación comercial coincidió con el reinado de Rim-Sin, gobernante que consiguió la suma del poder público luego de convertirse en un semi Dios a causa de sus victorias militares.
-Grecia antigua: Destacan Schuettinger y Butler en 4000 años de controles de precios y salarios:
“El gobierno ateniense, de hecho fue tan lejos como hasta ejecutar a sus propios inspectores cuando desfallecía su celo en el control de precios. Pese a la alta tasa de mortalidad, tanto de mercaderes como de burócratas, el precio del grano continuó subiendo cuando la oferta era escasa y cayendo cuando era abundante”.
Hiperinflación y “maquinita” en el mundo reciente
(Argentina no fue el único caso)
-Alemania luego de la Primera Guerra Mundial: Con la imposibilidad de aumentar la recaudación impositiva por la situación interna y las deudas con las que las potencias ganadoras del conflicto bélico cargaron al país existió una fuga de marcos de oro que respaldaban la moneda para afrontar los pasivos y se recurrió a la emisión monetaria para afrontar los gastos del estado en 1921 cayendo indefectiblemente en un proceso fuertemente inflacionario: Cada mes los precios se cuadruplicaban. La hiper llegó a su pico máximo en 1923 cuando se cambió el Papiemark por Rentamark y se abandonó la impresión monetaria como recurso para financiar los gastos del gobierno. Si bien se consiguió terminar con la inflación la crisis y el malestar sirvió para que la propuesta extremista de Hitler tenga apoyo en sectores de la sociedad.
-Zimbabwe millonaria y pobre al mismo tiempo: El gobierno del multimillonario (en dólares norteamericanos) Robert Mugabe decidió afrontar los problemas de miseria e inflación de la población de Zimbabwe (millonaria en dólares zimbabwenses) expropiando la producción agrícola y financiando el gasto público con emisión monetaria desde hace más de diez años. Para 2008 las cifras oficiales arrojaron un 160 mil % de inflación. La solución del gobierno tiene su similitud con la argentina: dejaron de informar las cifras. Mientras tanto los controles de precios continúan y el desabastecimiento es moneda corriente. Hoy la esperanza de vida en el país africano es de 35 años y la mortalidad infantil hasta los 10 años es del 650 por 1000. Para la población, que tiene billetes que superan las seis cifras, el papel higiénico, la carne y el pan se convirtieron en lujos inalcanzables.
Las propuestas monetarias de los economistas austríacos: Como terminar con la inflación
Von Mises y la defensa del patrón oro:
Para el autor de La acción Humana la convertibilidad al metal no se trata de un sistema “perfecto” ya que considera que cualquier institución a la que lleguen los hombres es imperfecta, pero considera que dentro de las políticas monetarias posibles el patrón oro se trata de la mejor opción para resguardar el valor adquisitivo de la moneda.
“Nadie esta en disposición de decirnos como podría implantarse algo más satisfactorio que el patrón oro”, advertía en su tratado de economía de 1949.
Para Mises los principales detractores de la conversión al metal (a los que llama “expansionistas”) son los enemigos del comercio internacional -que buscan desconectar a su país del intercambio global por intereses sectoriales- y los grupos nacionalistas que temen que exista una “fuerza externa automática” que impida a los gobernantes ejercer plenamente su soberanía sobre los ciudadanos.
“El patrón oro hace a la determinación del poder de compra del dinero independiente de las ambiciones y doctrinas cambiantes de partidos políticos y grupos de presión. No es un defecto del patrón oro: es su principal virtud”.
Hayek y la competencia de monedas:
Friederich A. Hayek, discípulo de Mises, editó en 1976 su propuesta monetaria ofreciéndole al pensamiento liberal una alternativa a la propuesta del patrón oro: la libre competencia de monedas. En un mundo todavía bipolar y en una Europa Occidental más atomizada que en la actualidad, el autor advertía que la posibilidad de una moneda común (la que no veía posible por esos días) no sería una solución para la problemática monetaria y destaca que de no ser bien administrada podría ser inclusive peor. Otra desventaja que veía en la opción de la moneda europea era que las naciones que hagan bien sus cosas se verían arrastradas por los errores que cometa la autoridad internacional.
La propuesta de Hayek es la desregulación del sistema monetario y la apertura a las entidades privadas para emitir sus propias monedas para que puedan ser utilizadas y abandonadas libremente por las personas. Para el autor, la búsqueda del favor de los “clientes” y la competencia funcionaría mejor para cuidar el valor de la moneda que las políticas de los gobiernos y los bancos centrales.
“Lo que ahora necesitamos es un Movimiento de Dinero Libre, comparable al Movimiento del Libre Comercio del Siglo XIX, que muestre no solamente el daño causado por la grave inflación padecida, sino también las importantes consecuencias que provocan períodos de estancamiento que sí son inherentes al actual sistema monetario”.
miércoles, 20 de octubre de 2010
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