Antes de analizar la situación política actual hondureña hay que reconocerle un mérito a la izquierda hipócrita latinoamericana: lograron que todo el periodismo bobo y mal formado catalogue de “golpe” la revocación de un mandato presidencial. Por más que a muchos les pese, en un contrato libre el pacto queda anulado cuando una parte ignora los valores fundamentales que dieron origen al mismo. Un empleador puede despedir a un empleado si este no cumple con su labor, una escuela puede excluir a un alumno si este es conflictivo y afecta al resto y las instituciones de un país pueden dar por concluido un mandato presidencial si el designado en el cargo viola la Constitución.
A partir del momento en que Mel Zelaya se abraza a Hugo Chávez y propone que la ciudadanía se expida sobre una continuidad de su mandato, el presidente depuesto violó el contrato que le confería la presidencia de su país. Si de buena fe creía que esa modificación iba a ser beneficiosa tendría que haber renunciado a su partido –que no lo apoyó en su proyecto-, formar otro y desde ahí proponer la reforma constitucional para que los nuevos representantes cumplan con su mandato. Claro que este largo proceso en el caso de ser realizado no contaría con su persona para la perpetuidad dado que tomaría un tiempo considerable, pero es evidente que tanto Zelaya como Chávez no creen en ningún proceso institucional, sino en su propio proyecto político personal.
Otra estupidez que se leyó en varios medios de comunicación es que se trató de un golpe militar. El ejército y la policía no hicieron otra cosa que acatar las órdenes del Congreso y la justicia, pilares para la revocación del mandato de Zelaya. Un golpe militar tiene lugar cuando el ejército, en nombre de sus líderes iluminados, toma el Ejecutivo y elimina o interviene los otros dos poderes. La situación aquí fue absolutamente distinta.
Ahora, si Zelaya ignoró su mandato, intentó violar las instituciones y mereció su expulsión del Poder Ejecutivo ¿Por qué el gobierno de Micheletti quedó absolutamente deslegitimado a partir del primer día? Porque desde la acción del arresto, hasta la represión de los manifestantes se manejó de manera improvisada y soberbia. La primera medida del nuevo gobierno fue la restricción de los derechos ciudadanos. Si las instituciones siguieron funcionando y no había un verdadero riesgo civil, no existían motivos para este ataque a la libertad de la gente. Desde el estado se aclaró que intentaban “controlar a los manifestantes”. ¿Controlarlos por qué? ¿Por miedo de que el mundo vea que hay gente que estaba apoyando a Zelaya? ¿Tienen derecho a impedir manifestaciones? No. Tienen la obligación de proteger a la propiedad y libertad de la ciudadanía de cualquier amenaza, venga de un grupo de manifestantes o de extraterrestres, pero por eso no se puede, a priori, censurar una marcha de ningún tipo, aunque ésta reclame por una acción inconstitucional.
Las muertes y la represión: A pesar de que los “fans” del modelo socialista que el mamarracho de Zelaya impulsaba lleven a las víctimas de la represión como bandera en defensa del modelo depuesto y los partidarios de Micheletti justifiquen el accionar del ejército, sin dudas las muertes producidas en situaciones como el enfrentamiento en las afueras del aeropuerto de Toncontín se hubieran evitado si el nuevo gobierno actuaba dentro del marco adecuado. Si Zelaya hubiera sido removido de su cargo, como debía ser, y quedaba a disposición de la justicia, como debe ser, no hubiera tenido lugar el despropósito de deportación en pijama que luego desencadenó en los enfrentamientos sangrientos ocurridos en los intentos irresponsables y lógicos de regresar al país del ex presidente.
Es importante que tanto Honduras como el mundo aprendan de esta experiencia para reafirmar los valores democráticos, las instituciones, las limitaciones y la responsabilidad de los postulantes a los cargos electivos y representativos.
martes, 28 de julio de 2009
jueves, 23 de julio de 2009
Lo público, lo privado y la chusma ignorante
Si una persona decide pasar su tiempo libre enfrente del televisor viendo los programas de chimentos para averiguar que es de la vida privada de sus estrellas favoritas, más allá de los juicios de valor que puedan realizar personas con diferentes inquietudes intelectuales, no hay porqué cuestionarlo, es su vida y su libertad. En cambio, cuando desde el público se señala a un funcionario estatal por un asunto referido a su intimidad y se genera un escándalo que pone en duda su continuidad en el cargo, estamos ante una situación que merece llamarnos la atención.
Que un gobernador norteamericano haya estado encerrado en un departamento de Palermo durante varios días con su amante argentina, que una ministra uruguaya haya colgado fotos personales en su facebook o que un embajador paraguayo haya sido descubierto sin ropa en una despedida de soltero, no deja de ser atractivo para un noticiero o la tapa de una revista. Que se genere un escándalo que pueda terminar con sus carreras políticas es terrible. Que los amigos del matrimonio presidencial se adueñen de una provincia y no haya repercusiones habla muy mal de nosotros.
Mark Sanford, gobernador de Carolina del Sur, trascendió las fronteras de su estado y de su país para aparecer en todos los noticieros del mundo cuando reconoció que tenía una amante argentina y que le había sido infiel a su mujer luego de veinte años de casados. El problema es que más allá del dato de color dado su cargo se puso en duda la continuidad en su puesto como si tuviera algo que ver su vida personal con su gestión, la cual no conoce mucha gente más allá de su pago natal.
Daisy Tourné, ministra del interior uruguaya tuvo que abandonar su cartera luego del escándalo que generaron unas fotos suyas en la ducha colgadas en el facebook por ella misma. Esta semana el embajador paraguayo en Chile, Armando Espínola, presentó la renuncia a su flamante designación luego del revuelo que causó en su país la tapa de una revista que lo mostraba pirateando en una despedida de soltero.
Es comprensible que estas víctimas de la hipocresía general decidan presentar sus renuncias ya que forman parte de un gobierno al que no quieren perjudicar y al que políticamente le deben su puesto, pero es escandaloso que esta actitud inquisidora se siga llevando puestos a varios funcionarios por estos asuntos, mientras que brillan por su ausencia las cabezas rodadas por corrupción, enriquecimiento ilícito y tráfico de influencias.
Ayer un programa periodístico volvió a revelar como los amigos de los Kirchner compraron por monedas miles de kilómetros en la provincia de Santa Cruz, pero el pobre paraguayo Espínola ocupa con sus fotos más espacios en los medios argentinos por su supuesto escándalo. ¿No será momento de dejar de pensar que los políticos deben ser ejemplos de conducta moral para exigirles que cumplan con sus obligaciones?
¿Por qué tuvo más repercusión el noviazgo de Soledad Silveira con Chacho Alvarez que la nota totalmente obsecuente que le hizo a la mandataria de turno? ¿Por qué el gobernador puntano tuvo más espacio en los medios cuando dijo que hablaba con extraterrestres que cuando denunció que la presidenta no lo recibió nunca? ¿Por qué se debatió más en los medios el lifting y la avispa de Menem que el endeudamiento externo que nos estaba dejando por no achicar el gasto público? Les pregunto estas cosas a los que tenemos menos de 40 años y vamos a marcar el pulso político de la generación que viene. ¿Vamos a exigir representatividad, república y transparencia o vamos a señalar con el dedo estupideces mientras nos siguen viviendo impunemente?
Que un gobernador norteamericano haya estado encerrado en un departamento de Palermo durante varios días con su amante argentina, que una ministra uruguaya haya colgado fotos personales en su facebook o que un embajador paraguayo haya sido descubierto sin ropa en una despedida de soltero, no deja de ser atractivo para un noticiero o la tapa de una revista. Que se genere un escándalo que pueda terminar con sus carreras políticas es terrible. Que los amigos del matrimonio presidencial se adueñen de una provincia y no haya repercusiones habla muy mal de nosotros.
Mark Sanford, gobernador de Carolina del Sur, trascendió las fronteras de su estado y de su país para aparecer en todos los noticieros del mundo cuando reconoció que tenía una amante argentina y que le había sido infiel a su mujer luego de veinte años de casados. El problema es que más allá del dato de color dado su cargo se puso en duda la continuidad en su puesto como si tuviera algo que ver su vida personal con su gestión, la cual no conoce mucha gente más allá de su pago natal.
Daisy Tourné, ministra del interior uruguaya tuvo que abandonar su cartera luego del escándalo que generaron unas fotos suyas en la ducha colgadas en el facebook por ella misma. Esta semana el embajador paraguayo en Chile, Armando Espínola, presentó la renuncia a su flamante designación luego del revuelo que causó en su país la tapa de una revista que lo mostraba pirateando en una despedida de soltero.
Es comprensible que estas víctimas de la hipocresía general decidan presentar sus renuncias ya que forman parte de un gobierno al que no quieren perjudicar y al que políticamente le deben su puesto, pero es escandaloso que esta actitud inquisidora se siga llevando puestos a varios funcionarios por estos asuntos, mientras que brillan por su ausencia las cabezas rodadas por corrupción, enriquecimiento ilícito y tráfico de influencias.
Ayer un programa periodístico volvió a revelar como los amigos de los Kirchner compraron por monedas miles de kilómetros en la provincia de Santa Cruz, pero el pobre paraguayo Espínola ocupa con sus fotos más espacios en los medios argentinos por su supuesto escándalo. ¿No será momento de dejar de pensar que los políticos deben ser ejemplos de conducta moral para exigirles que cumplan con sus obligaciones?
¿Por qué tuvo más repercusión el noviazgo de Soledad Silveira con Chacho Alvarez que la nota totalmente obsecuente que le hizo a la mandataria de turno? ¿Por qué el gobernador puntano tuvo más espacio en los medios cuando dijo que hablaba con extraterrestres que cuando denunció que la presidenta no lo recibió nunca? ¿Por qué se debatió más en los medios el lifting y la avispa de Menem que el endeudamiento externo que nos estaba dejando por no achicar el gasto público? Les pregunto estas cosas a los que tenemos menos de 40 años y vamos a marcar el pulso político de la generación que viene. ¿Vamos a exigir representatividad, república y transparencia o vamos a señalar con el dedo estupideces mientras nos siguen viviendo impunemente?
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