Si una persona decide pasar su tiempo libre enfrente del televisor viendo los programas de chimentos para averiguar que es de la vida privada de sus estrellas favoritas, más allá de los juicios de valor que puedan realizar personas con diferentes inquietudes intelectuales, no hay porqué cuestionarlo, es su vida y su libertad. En cambio, cuando desde el público se señala a un funcionario estatal por un asunto referido a su intimidad y se genera un escándalo que pone en duda su continuidad en el cargo, estamos ante una situación que merece llamarnos la atención.
Que un gobernador norteamericano haya estado encerrado en un departamento de Palermo durante varios días con su amante argentina, que una ministra uruguaya haya colgado fotos personales en su facebook o que un embajador paraguayo haya sido descubierto sin ropa en una despedida de soltero, no deja de ser atractivo para un noticiero o la tapa de una revista. Que se genere un escándalo que pueda terminar con sus carreras políticas es terrible. Que los amigos del matrimonio presidencial se adueñen de una provincia y no haya repercusiones habla muy mal de nosotros.
Mark Sanford, gobernador de Carolina del Sur, trascendió las fronteras de su estado y de su país para aparecer en todos los noticieros del mundo cuando reconoció que tenía una amante argentina y que le había sido infiel a su mujer luego de veinte años de casados. El problema es que más allá del dato de color dado su cargo se puso en duda la continuidad en su puesto como si tuviera algo que ver su vida personal con su gestión, la cual no conoce mucha gente más allá de su pago natal.
Daisy Tourné, ministra del interior uruguaya tuvo que abandonar su cartera luego del escándalo que generaron unas fotos suyas en la ducha colgadas en el facebook por ella misma. Esta semana el embajador paraguayo en Chile, Armando Espínola, presentó la renuncia a su flamante designación luego del revuelo que causó en su país la tapa de una revista que lo mostraba pirateando en una despedida de soltero.
Es comprensible que estas víctimas de la hipocresía general decidan presentar sus renuncias ya que forman parte de un gobierno al que no quieren perjudicar y al que políticamente le deben su puesto, pero es escandaloso que esta actitud inquisidora se siga llevando puestos a varios funcionarios por estos asuntos, mientras que brillan por su ausencia las cabezas rodadas por corrupción, enriquecimiento ilícito y tráfico de influencias.
Ayer un programa periodístico volvió a revelar como los amigos de los Kirchner compraron por monedas miles de kilómetros en la provincia de Santa Cruz, pero el pobre paraguayo Espínola ocupa con sus fotos más espacios en los medios argentinos por su supuesto escándalo. ¿No será momento de dejar de pensar que los políticos deben ser ejemplos de conducta moral para exigirles que cumplan con sus obligaciones?
¿Por qué tuvo más repercusión el noviazgo de Soledad Silveira con Chacho Alvarez que la nota totalmente obsecuente que le hizo a la mandataria de turno? ¿Por qué el gobernador puntano tuvo más espacio en los medios cuando dijo que hablaba con extraterrestres que cuando denunció que la presidenta no lo recibió nunca? ¿Por qué se debatió más en los medios el lifting y la avispa de Menem que el endeudamiento externo que nos estaba dejando por no achicar el gasto público? Les pregunto estas cosas a los que tenemos menos de 40 años y vamos a marcar el pulso político de la generación que viene. ¿Vamos a exigir representatividad, república y transparencia o vamos a señalar con el dedo estupideces mientras nos siguen viviendo impunemente?
jueves, 23 de julio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario