lunes, 7 de enero de 2008

Heinrich Himmler, la mano derecha del diablo


El Reichfürer

“Tal personaje sólo pudo prosperar en una sociedad que ya
estaba totalmente enferma”
Joachim Fest –Das Gestcht des Dritten Reiches-

Heinrich Himmler nació en Munich el 7 de octubre de 1900. Fue el hijo primogénito de Gebhard Himmler, maestro de escuela y pedagogo en la Corte Real de Baviera. Su madre, devota católica, ejerció sobre él una influencia religiosa que lo acompaño en los primeros años de su juventud, pero más tarde su afiliación al nazismo y la relación con Hitler terminaron alejándolo por completo de la religión familiar cuando se dedicó al ocultismo y a las teorías de la sangre y la tierra.
Recibió sus primeros años de educación en un colegio católico y antes iniciar sus estudios terciarios solicitó alistarse en el ejército como voluntario para combatir en la Primera Guerra Mundial, pero sólo consiguió realizar tareas como cadete oficial en el 11º Regimiento Bavaro. Nunca fue convocado para el frente de batalla. Su vocación nacionalista pudo más que sus imposibilidades físicas, ya que sufría de un estómago delicado que le produjo importantes dolencias a lo largo de su vida. Por este motivo nunca hizo deportes y en varias oportunidades fue objeto de burla de varios amigos en las fiestas cuando se juntaban a tomar alcohol. “No parecía capaz de matar una mosca. Era un corderito”, declaró un compañero años después de su muerte.
Al igual que los jóvenes nacionalistas alemanes de la época, pensaba que el renacimiento de la Alemania humillada en la Primera Guerra surgiría de la importancia del campo. Por eso entre 1919 y 1922 estudió agricultura en el Instituto Universitario Técnico de Munich. Luego de su graduación consiguió un puesto como vendedor de fertilizantes para una fabrica de abonos químicos y fue asistente de Agricultura en Schkeusseim, a 25 kilómetros al norte la capital germana.


Junto a al grupo ultra nacionalista “Bandera de Guerra del Reich” participa del golpe de Estado de Hitler llevó a cabo el 9 de noviembre de 1923 contra el Estado de Weimar. En esa oportunidad estuvo enfrentando a la policía en las calles de Munich, pero su acción no le alcanza para ser admitido en el partido Nazi, en esos momentos comandado por Gregor y Otto Strässer, y recién al año siguiente consigue efectivizar su afiliación con el numero 14 303.
Luego del encarcelamiento del líder y con Röhm y Goering en el exterior, Himmler consigue la oportunidad de destacarse comprando y ocultando armas destinadas a las unidades S.S.
En 1925 consiguió los cargos de secretario general del Grupo Local NSDAP en Baja Baviera, delegado del Gauleiter y director de propaganda para la Alta Baviera y Suavia. Durante 1927, con el fin de crear un organismo para escoltar a Hitler, es nombrado Reichsfürer de las S.S., subordinadas a las SA de Ernst Röhm. Durante su nuevo cargo consigue demostrar un alto poderío de organización y Hitler comienza a considerarlo como uno de sus más cercanos dirigentes.
Más tarde, en 1931, toma por colaborador principal al oficial despedido de la marina Reinhard Heyndrich, quien sorprende a Himmler por sus conocimientos técnicos de radiofonía y su antisemitismo. El Reichsfürer le encarga poner en funcionamiento el servicio de seguridad Sicherheitsdienst. Al año siguiente crea en Baviera la primera escuela S.S.: La Junkerschule. Pronto su organización cuenta con 30 000 reclutas y recibe el apoyo financiero de los industriales. Luego de la llegada de Hitler al poder, Himmler es nombrado Jefe de la Policía bávara y más tarde, en pleno ascenso, jefe total de la Policía Alemana. Para cuando los nazis invaden Polonia, Himmler ya disponía de unidades especiales militares.
La guerra de expansión que Hitler llevará a cabo logró despertar en él la idea de un nuevo imperio que reinará en toda Europa: El imperio de las SS que él creara y del cual se convertirá en jefe.


El fin de las S.A. y el apogeo de las S.S.

“Si confundimos Gobierno con Estado, con Nación y
con el líder, estamos en el nazi-fascismo”
Marcos Aguinis

“Yo te juro, Adolf Hitler, Führer y Canciller del Reich, fidelidad y valor. Prometo obediencia hasta la muerte a ti y a los superiores por ti designados. Que Dios me ayude."
Juramento de las SS

A principios de la década del 30 Himmler se encontraba todavía subordinado a las S.A. (Sturm Abteilung) –Sección de Asalto- de Ernst Röhm. Esta organización paramilitar estaba formada con varios grupos de combate de partidos existentes desde 1920. Su finalidad era enfrentarse violentamente a cualquier facción que pudiera revelarse dentro del nazismo, como también causar desorden y ataques terroristas a grupos opositores a Hitler. En el esfuerzo por dar cohesión al partido, las S.A. significaban un impedimento para los planes hegemónicos ya que disponían de una estructura autónoma. Tenían su propia administración y finanzas, por lo que se crearon problemas de definición en cuanto a la autoridad a que debían responder en ámbitos locales.
Los militantes de las S.A. se consideraban a sí mismos el núcleo más combativo del partido, la columna vertebral, la que realizaba llamamientos de carácter más radical y disponía de una militancia más popular que fue acrecentándose a medida que el desempleo juvenil crecía.
La disputa por el poder entre Himmler y Röhm era cada vez más fuerte. A principios de 1934, y luego de varios pedidos del Jefe de las SS (Schutzstaffel) –Tropas de protección- a Hitler para que limite el poder de Röhm, comenzaron a circular rumores acerca de un posible golpe a manos del Jefe de las S.A. y Gregor Strässer. Las versiones, diseminadas en gran parte por la mano derecha de Himmler, Heydrich, aumentaron la tensión entre las facciones del partido y terminaron con un informe elevado al Führer en el que se detalla un supuesto plan para derrocarlo.
Röhm había propuesto a Hitler integrar el Reichwehr a sus SA, pero el Füher se negó ya que la maniobra era peligrosa en el ámbito político y temía la concentración de poder en manos de un personaje al que su leal Himmler estaba acusando de traidor. La desconfianza llegó a al punto máximo cuando Röhm inició negociaciones desobedeciendo las instrucciones de Hitler. Himmler, Heydrich y Göering lograron convencer al líder del peligro que representaban los insubordinados y el del 30 de junio de 1934, bajo órdenes directas del Führer fueron arrestados y asesinados los principales dirigentes de las S.A. en lo que fue llamada “La Noche de los cuchillos largos”. Hitler acudió a Münich y participó personalmente del encarcelamiento de dirigentes como Wilhelm Schmid y August Schneidhuber. En el balneario de Bad Wiesse las S.S. detuvieron a Röhm, Edmund Heines y a otros jefes de las S.A. Hitler insistió en perdonar la vida de Röhm por sus servicios al partido, pero Himmler que lo veía como su serio competidor en la lucha por la suma del poder dentro del partido, pudo convencerlo para que lo ejecuten. Hitler, bajo la influencia de Himmler, dio la orden que se le permita el suicidio al Jefe de las S.A. Röhm se negó y el 1 de julio fue ejecutado por dos hombres de Himmler: El Coronel SS Theodor Eicke y el Capitán SS Michael Lippert.
La purga se llevó la vida de 200 S.A. acusados de traición. Hitler recién informó al pueblo alemán lo sucedido quince días después en una sesión del Reichtag transmitida por radio , donde se refirió a la necesidad de tomar una determinación rápida contra quienes pensaban amotinarse en contra del Estado.
Las SS que comenzaron siendo el escuadrón de protección personal de Hitler terminaron siendo, bajo el mandato de Himmler, una de las más poderosas organizaciones dentro de la Alemania Nazi. Las Waffen-SS, el ala militar de la agrupación, a diferencia de las Allgemeine-SS, el ala política, evolucionaron como un segundo ejército alemán dentro de la Werhmacht. A los SS se los consideraban “soldados extraordinarios” y se caracterizaban por su extrema violencia.
Era tal la locura de Himmler de querer que las S.S. sean la organización más “pura” de Alemania que retenía exclusivamente a los que pudieran comprobar que su origen se encontraba libre de judíos o “razas inferiores” hasta 1750. También exigía que tengan las mejores condiciones físicas, tratando de emular el ideal que Joseph Goebbles retrataba en sus afiches de propaganda.
Por estos días ya se había entregado por completo al espiritismo, las ciencias ocultas y la astrología. Hasta diseñó una especie de religión que manifestaba en varios actos paganos a los cuales debían asistir los más importantes SS.
El centro de mando de las SS fue el castillo de Welwesburg en Westfalia. Himmler lo compró en ruinas en 1934 e invirtió para su reconstrucción 13 millones de marcos. En esta mansión Himmler cumplió la misión de diseñar el exterminio sistemático de los judíos, los “no arios” y opositores políticos. A partir de este momento las matanzas se sofisticaron y el exterminio comenzó a funcionar como un aceitado engranaje diabólico: Deportaciones, trenes, campos de concentración, trabajo forzado, cámaras de gas y salas crematorias. La organización de Himmler cumplió un rol fundamental en llevar a cabo al pie de la letra y en forma efectiva el holocausto nazi.

“El mundo presenciará la resurrección de la vieja Borgoña, que fue antaño el país de las ciencias y de las artes y que Francia ha relegado al rango apéndice conservado en alcohol. El Estado soberano de Borgoña, con su Ejército, sus leyes, su moneda y su correo, será el estado modelo SS. Comprenderá la Suiza romana, la Picardía, la Champaña, el Franco Condado, el Hainut y el Luxemburgo. La lengua oficial será el alemán, naturalmente. El partido nacionalsocialista no tendrá allí ninguna autoridad. Solo gobernarán las SS, y el mundo quedará a un tiempo estupefacto y maravillado ante este Estado, en que se aplicará el concepto SS del mundo” (Heindrich Himmler. Conferencia de Paz 1934).

Las Lebensborn

“Toda la cultura está detentada por la raza aria nórdica, que es la verdadera representante de toda la humanidad. La raza germánica es superior a todas las demás, y la lucha contra el judío, el eslavo y las razas inferiores es sagrada”
Adolf Hitler -Mein Kampf-

Desde mediados del siglo XIX en gran parte de Europa la natalidad sufrió un importante descenso. Esta situación no le era ajena a Hitler, que cuando se hizo cargo del poder, puso en funcionamiento políticas de Estado para fortalecer el crecimiento de la raza aria. La infecundidad en el Reich fue considerada una deshonra y tener hijos se convirtió en una obligación para con la patria. La gran necesidad del Führer de contar con un sinfín de soldados para sus delirantes planes de conquista fue una de las más importantes motivaciones de Himmler para llevar a cabo este proyecto. Sus planes eran claros: “El hombre ya no descenderá del mono, sino de la S.S. Su jefe será el Führer, su patria el Reich, su religión la pureza de sangre. Será alto, fuerte, rubio y de ojos azules”.
Así creo las Lebensborn –Fuentes de vida-. En estos establecimientos dedicados a la procreación se albergaron a muchachas solteras cuidadosamente seleccionadas y adoctrinadas, dispuestas a servir a Alemania permitiendo que jóvenes de pura raza germánica las fecundaran. Cuando las Lebensborn fueron puestas en marcha los nazis descubrieron que la cantidad de “hembras” no era suficiente para la proyección que tenían en mente, por lo que procedieron a secuestrar a miles de niños y niñas arios en los países ocupados para llevarlos a Alemania y someterlos a un estricto proceso de germanización.
Sobre este tema no se ha investigado lo suficiente y las declaraciones de sobrevivientes fueron siempre escasas. Para la historia quedará el debate si realmente las Lebensborn funcionaban como simples prostíbulos para los S.S.; si realmente existía una intención de incrementar la cantidad de bebes arios o si ambas necesidades funcionaban en conjunto.
Uno de los responsables que Himmler nombró para dirigir las “fuentes de vida” fue Max Sollmann, quien ejercía el cargo de administrador en jefe. Nazi fanático, Sollmann fue uno de los principales responsables del putch de 1933, por lo que Hitler le otorgó en 1939 una de las más importantes condecoraciones del nacionalsocialismo: “La Orden de la Sangre”. Al administrador en jefe le preocupaban mucho los rumores sobre la seriedad del trabajo y la importancia de las Lebensborn, por lo que en más de una oportunidad le reclamó a Himmler que se publicaran artículos en el órgano oficial de la S.S. “con el fin de cortar de raíz todos los rumores”. El Reichführer, convencido del funcionamiento de la institución o despreocupado por la trascendencia del asunto, en una oportunidad le respondió: “Querido Sollman, no hay necesidad de hacerlo, tenemos la conciencia tranquila”.
El otro responsable fue Gregor Ebner, médico en jefe de las Lebensborn. Su ascenso político llegó de la mano directa de Hitler, quien lo apoyó fuertemente debido a su labor como “especialista en los problemas de la selección racial”.
Estos personajes no murieron el la guerra ni fueron juzgados como criminales por los aliados, a pesar de los comprobados casos de raptos y esterilización de niños. “Me indigna que se digan estas cosas de las Lebensborn. Se las ha denigrado únicamente en razón de su pertenencia a la S.S.”, declaró Ebner después de la guerra.
Con el correr de la guerra entre 50 000 y 200 000 niños polacos fueron secuestrados. Himmler, al tener su grupo activo dentro del ejército alemán en el frente lograba que sus S.S. participen de todas las patas del aparato infernal nazi. En el campo de batalla, secuestraban niños para las Lebensborn, en las calles, los grupos de asalto deportaban a las personas de condición “inferior” hacia los campos de concentración. Los chiquitos que luego de pasar rigurosos exámenes raciales eran considerados “aptos”, eran enviados con certificados de nacimiento falsos a familias previamente seleccionadas. A menudo los padres adoptivos recibían historias falsas sobre la procedencia del bebé. La más común era que su padre había muerto en combate. Los niños que no alcanzaban el certificado de ser lo suficientemente “arios”, eran enviados a los campos de concentración infantiles como Kalish, Dzierzazna y Litzmannstadi. De ahí a los campos de exterminio.
A la hora de la selección racial, entre los que peleaban por ser admitidos en las S.S., Himmler desconfiaba especialmente de los bávaros, que en su mayoría eran de baja estatura y de pelo y ojos oscuros. Con las Lebensborn y los controles raciales de las S.S. en funcionamiento, Himmler no resistió la tentación de hacer su propio árbol genealógico, tal cual se lo pedía a sus aspirantes. La sorpresa fue escandalosa: los antepasados de su madre eran de origen húngaro y estirpe mongólica. Por lo que si el propio Reichführer hubiera querido ser un subordinado de sus propias reglas, hubiera tenido que defender acaloradamente su pureza familiar desde mediados del siglo XVIII. Igual, por si a alguien le podría surgir alguna duda sobre su condición de ario, cambió las reglas para sí mismo: ideó un plan para importar noruegos hasta Baviera con la finalidad de, mediante mezclas dirigidas y una alimentación adecuada, transformar a la sospechosa raza dinárica en raza pura nórdica.
El precursor de las Lebensborn afirmaba que era indispensable paralizar la reproducción de los elementos humanos no valiosos, así como agilizar la contraria. “No es una cuestión personal, sino un deber sagrado dedicado a los más elevados fines”, afirmó el Reichführer.
A partir de 1936 los hogares empezaron a funcionar bajo la tutela suprema de la S.S. Cada clínica contaba con un médico a cargo, una enfermera jefe, una secretaria y un administrador. Todos ellos deberían ser miembros de la S.S. o del partido. El médico en jefe de cada maternidad fue el responsable absoluto del establecimiento, del orden y de los expedientes, a los cuales, solamente él tenía acceso. El sello al pie de la correspondencia oficial de las Lebensborn tenía las siglas del Estado Mayor del Reichfuhrer S.S. Heindrich Himmler.
El ingeniero de los campos de la muerte y las maternidades nazis mostraba una especial atención hacia los niños que habían nacido por medio de las organizaciones en pro de la raza aria. Su ideal consistía en que Alemania estuviera poblada hacia 1980 por veinte millones de germanos nórdicos. Lo que consiguió fue muy diferente: las personas nacidas en residencias Lebensborn no destacaron nunca de manera especial por su apariencia ni por su “conformación orgánica más evolucionada”, sino que llevaron a lo largo de su vida la estigmatización social de los llamados “niños S. S.”.

La traición y el final

“¿También tú, Bruto?”
Julio César

Ante la inminente derrota militar alemana y con los aliados llegando a Berlín, Himmler abandonó el búnker el 21 de abril de 1945, con la orden de Hitler de organizar las S.S. en defensa de la capital. Lejos de cumplir con las demandas del Führer, comenzó a utilizar a los sobrevivientes de los campos de concentración para negociar con el conde Folk Bernadotte, vicepresidente de la Cruz Roja de Suecia, una salida que en principio no le costará su vida. A esta altura era lo único que le importaba.
Por consejo de su amigo el profesor Gebhardt y por gestiones de su masajista Kersen, Himmler se reunió con el doctor Norbert Masur, Miembro del Presidium de la sección sueca del Congreso Mundial Judío. En una situación absolutamente insólita y escalofriante, el mayor perseguidor del pueblo judío en la historia le estrechó la mano y le dijo: “Sea bienvenido a Alemania, señor Masur. Ya es hora que ustedes, los judíos, y nosotros, los nacionalsocialistas, enterremos el hacha de la guerra”. A pesar de que el representante judío temía por su estadía en Berlín, tenía claro que estaba allí por orden directa del Reichführer y en contra de la voluntad de Hitler. Durante la entrevista, Himmler afirmó que nunca había tenido la intención de perseguir a los judíos y aseguró que siempre intentó de fomentar las emigraciones al extranjero para protegerlos del antisemitismo. Como muestra de buena fe propuso elevar la orden para la evacuación de los judíos que todavía se encontrasen en el territorio del Reich. A pesar de sus intentos desesperados por cambiar la historia, los ingleses acababan de encontrar en Bergen-Belsen 13 000 cadáveres no enterrados.
Mientras que Himmler intentaba convencer a Bernadotte que intervenga ante los aliados para concluir una paz por separado, Hitler esperaba en el búnker que el general Félix Steiner reagrupe una buena cantidad de soldados en la región de Oranienburg para enfrentar el avance ruso. Al día siguiente, al recibir la noticia de que el ejército S.S. no había atacado, Hitler le gritaba a sus oficiales: ¡Himmler, como cabeza de nuestra columna, brilla evidentemente por su ausencia!”. El Reichführer tenía otros planes. Para él la guerra estaba perdida y su batalla era contra el tiempo.
El único objetivo constaba en conseguir una buena cantidad de detenidos de los campos de concentración para continuar las negociaciones con el conde.
Luego de la decepción del fallido ataque de Steiner, Hitler juega su última carta enviando a Keitel al ejército del Elba y a Jodl a los cuarteles de Krampnitz para intentar un ataque tenaza a las posiciones rusas cada vez más cercanas. A pesar de no contar con los hombres ni con los recursos como para intentar una operación militar que al menos detenga por un tiempo el avance del enemigo, las palabras del Führer parecían darles esperanzas a sus más fieles colaboradores como la familia del Ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, y la experta de la Lutfwaffe, Hanna Reitsch.
El encargado de bajar a Hitler a la realidad fue su nuevo vocero, Heinz Lorenz, que le informó sobre la transmisión de un comunicado de Reuters leído por la BBC confirmando que Heinrich Himmler venía negociando la paz con los aliados. Éste fue el golpe de gracia para máximo responsable de la Segunda Guerra Mundial, que sólo podía gritar de la impotencia y balbucear que había sido víctima de “la traición más vergonzosa de la historia de la humanidad”. La última vida que Hitler ordenó tomar fue la del cuñado de Eva Brawn, el enlace con el Reichführer, Hermann Fegelin. Horas después se quitará la vida junto a su flamante esposa.
El 3 de mayo por la mañana los aviones británicos confundieron al antiguo barco de pasajeros “Cap Arcona”, donde Himmler había reunido a una buena cantidad de prisioneros de guerra para su negociación, con una embarcación enemiga con intenciones de continuar la guerra y lo bombardearon. La suerte del hombre que consiguió hacer de la guardia personal de Hitler un imperio estaba echada.
Despojado de todo su poder y sin cartas en la manga, Himmler decidió escapar hacia el norte con documentos falsos y bajo la identidad de Heinrich Hitzinger. Con el bigote afeitado y un parche que ocultaba su ojo izquierdo, creyó oportuno hacerse pasar por un policía no jerárquico. Junto a un grupo de colaboradores entre los que se encontraban el profesor Gebhardt y Rudolf Brant, lograron pasar el primer puesto de control, pero fueron detenidos en Meistät, entre Hamburgo y Bremerhaven.
El 23 de mayo los prisioneros fueron llevados al campo británico de interrogatorio 031 en la proximidad de Lüneburgo. Por primera vez en su vida se encontró bajo las órdenes enemigas y no resistió el anonimato. Cuando el capitán Selvester se preparaba para interrogarlos “Hitzinger” se quitó el parche de su rostro y dijo con voz tranquila: “Yo soy el Reichführer Heinrich Himmler. Quiero hablar inmediatamente con el general Montgomery”. Al instante le asignaron más guardias y para cuando lo registraron Selvester encontró unas ampollas. No había lugar para las dudas sobre su contenido, pero el ex Reichführer aseguraba que se trataba del medicamento para sus frecuentes espasmos estomacales. La preocupación del británico era que una de las cápsulas se encontraba vacía. Lo despojaron de sus ropas pero decidieron no revisar su boca por el temor a que Himmler trague la ampolla que los soldados pensaban que tenía debajo de la lengua. Selvester le trajo un té con sándwiches y su prisionero comió y bebió con tranquilidad mientras preguntaba por la suerte de sus compañeros. A las 20 horas el coronel Michael Murphy, jefe del Intelligence Service del Estado Mayor de Montgomery, puso a Himmler bajo custodia del sargento Edwin Austin para realizarle un chequeo médico. Austin le pidió que se desnude y el prisionero respondió: “El sargento ignora a quien se dirige”. A pesar de que oficialmente no habían notificado a Austin sobre la identidad del detenido, él lo había reconocido al instante. “Ya se que usted es Himmler. Pero me da igual, tengo órdenes”. Himmler se quitó la ropa y acepto el control médico, pero cuando el médico del Ejército, el capitán C. J. L. Wells quiso abrir su boca, Himmler sacó una cápsula negra de su mandíbula y la tragó rapidamente. El vómito forzado y el lavaje de estómago fueron inútiles, doce minutos después de la absorción del cianuro, Wells no puede hacer otra cosa que certificar su muerte.
Los ingleses miraban al hombre sin vida, ridículamente vestido con una camisa militar británica. El Reichführer yacía en sus vómitos. “Entonces… ¿Eso era Himmler?, murmuró Austin decepcionado mientras arrojaba sobre él una manta. Luego cerró la puerta y salió del cuarto.
En otro tiempo hacía temblar el mundo, hoy no hay nadie que se incline ante él.

En el nombre del padre

“El hombre es él y sus circunstancias”
José Ortega y Gasset

“¿Ha encontrado de esa forma una respuesta a la pregunta de quién es verdaderamente, cuál es su identidad, a la sombra de su alabado y todopoderoso padre?
Norbert Lebert -”Tú llevarás mi nombre”

Gudrun Himmler tenía devoción por su papá. Recortaba cada retrato suyo que podía conseguir y los pegaba en un gran álbum, coleccionaba todos los artículos publicados sobre él y bordaba trabajos a mano que le entregaba cuando la guerra se los permitía. La última vez que lo vio fue en noviembre de 1944, a partir de ese momento se comunicaron telefónicamente. Durante esas charlas el Reichführer dejaba de lado sus preocupaciones sobre la caída del régimen y su suerte personal. Cuando hablaba con ella se ocupaba exclusivamente de los asuntos de su hija de 14 años.
“Puppi” (muñeca), como le decía su padre, luego de la guerra recorrió varias cárceles e instalaciones militares con su madre en un máximo hermetismo. Hasta el 20 de agosto de 1945 desconoció la suerte de Himmler y se enteró de su muerte de la forma que vivió como más humillante. Ese día un periodista norteamericano entrevistó su madre en la celda donde se encontraban detenidas por los aliados en la Alemania ocupada. El cronista rompió el hielo con preguntas superficiales como: “¿Dónde conoció a su esposo?” y “¿Cómo era en casa?”. Cuando al fin tocó el tema de los campos de concentración, la quinceañera exaltada preguntó rápidamente: “¿Dónde está mi padre?”. El periodista, que ignoraba por completo que la joven y su madre desconocían el final del jerarca nazi, respondió sorprendido: “Muerto...hace tiempo se envenenó”. Un silencio absoluto se adueñó de la celda hasta que llegó el grito del guardia: “¡Usted no estaba autorizado a decir eso!”. Las consecuencias en Gudrun no se hicieron esperar. Sufrió un colapso total con escalofríos y 40 grados de fiebre por varios días. Los médicos advirtieron que no era seguro que se salve, pero luego de tres semanas pudo levantarse de nuevo. Nunca fue la misma.
Su pesadilla comenzó en la primavera de 1945 cuando el general alemán Wolff celebraba en la villa real de Bolzano su cumpleaños. Todos los presentes sabían que el final estaba cerca pero procuraban que nada malo sucedía entre canapés deliciosos y arreglos florales. Sólo un capitán S. S. no participaba del festejo porque se encontraba detenido en una habitación cercana al banquete. Minutos antes de las doce, cuando el general planeaba sentarse a la mesa con sus invitados de lujo, los soldados norteamericanos irrumpieron en el salón y se llevaron a todos menos al detenido capitán S.S., quién cambió su libertad por la información sobre el paradero de la familia Himmler.
Finalmente, el 13 de mayo Gudrun vio llegar un jeep a la Casa del Monte de Wolkenstein donde se encontraba junto a su madre. Con ellas estaba un soldado alemán asignado exclusivamente para la protección de la familia. “¡Venga con nosotros!”, le ordenó un sargento norteamericano a Marga, quien le preguntó que harían con su hija. “También”, respondió el sargento que ordenó que se quede únicamente el soldado alemán que se despidió de las mujeres con el brazo en alto y el “Heil Hitler” ya en decadencia. El jeep americano frenó de golpe y el sargento exaltado al bajar del coche agarró fuertemente al soldado y le gritó: “¡Eso se ha acabado, a ver si se acostumbra!”.
A partir de ese momento llegaron las detenciones en centros militares, la huelga de hambre que le ganó a sus captores cuando consiguió para ella y su madre la comida que preparaban para los altos oficiales, la peor noticia de la peor manera, su crisis nerviosa y su nueva vida de humillaciones. La nena mimada S.S. y de la Europa nazi se desvestía delante de soldados americanos que tenían orden de vigilarla las 24 horas.
A los 15 años detenida en Nüremberg en la llamada “sala de testigos” se dedicó a hacer, desde su inocencia de adolescente, lo mismo que hoy hace a los 78. En 1945 fueron muñequitos de papel plateado con estrellitas navideñas para los jerarcas nazis sobrevivientes a la guerra que estaban siendo juzgados. Hoy es ayuda legal, financiera y soporte moral para los ancianos criminales subordinados a su padre. Stille Hilfe (ayuda silenciosa), hoy dirigida por la hija del Reichführer, comenzó sus actividades en noviembre de 1951 bajo el ala protectora de sectores de la Iglesia y recursos económicos privados. El ex capitán Erich Priebke, refugiado durante casi medio siglo en Argentina, recibió siempre dulces, libros, cartas de aliento y ayuda financiera de la mujer que vive modestamente en Füstenried, un suburbio de Münich, pero que maneja cuantiosos fondos para pagarles a los abogados que defienden a los asesinos nazis alrededor del mundo. Otro protegido por Stille Hilfe fue Anton Malloth, responsable de la muerte de 700 judíos y miles de checos. Mallaoth, luego de esquivarle a la prisión toda la vida con la ayuda de Gudrun, pudo rehacer su vida gracias a la organización y vivir sus últimos días en paz en Merano, una ciudad de habla germana al noreste de Italia. Una de las más destacadas ancianas ayudadas por “Puppi” fue “La Yegua” Herminie Brainsteiner. La austriaca, que terminó su vida en un departamento pagado por la mutual neonazi, se ganó ese apodo por la brutalidad con la que castigaba a sus víctimas en el campo de concentración de Makdanek, Polonia.
Stille Hilfe publica una revista semestral llamada Rundbriefen. Para acompañar al título, Gudrun eligió el mismo lema de las S. S. de su padre: “Nuestro honor se llama fidelidad”.

*TRABAJO ESCRITO PARA LA CÁTEDRA DEL PROFESOR MARCELO MONTSERRAT-MAESTRÍA DE CS POLÍTICAS Y ECONOMÍA DE ESEADE

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